Si los datos de esos ingresos no se hacen públicos, explicó Rodríguez Dávila con recelo, es porque el país está “bajo observación”. “Cada vez que tenemos un resultado positivo, generalmente tratan de dañarlo pero realmente tenemos buenos resultados”, aseguró, sin explicar el origen de ese acoso a los “buenos resultados” del Gobierno.
Como consecuencia de la ausencia de divisas, explicó el ministro, las empresas comienzan a utilizar las piezas de vehículos parados para reparar otros. A la larga, ese “canibaleo” –le recordó el mandatario el término– implica que habrá vehículos que nunca vuelvan a ponerse en circulación.
La situación empeora si se tiene en cuenta que los carros de empresas estatales rara vez se detienen en las paradas para ayudar en la transportación de pasajeros y que los privados cada vez ostentan precios más abusivos. Sobre el primer punto, ambos dirigentes reconocieron que es tarea de las empresas llamar la atención a sus choferes y directivos, pero en el segundo caso la solución no es tan sencilla, reconocieron.
[["Nosotros hemos decidido que las formas de gestión no estatal paguen el mismo precio
Lo mismo ocurre con el combustible, reconoció el ministro. “Nosotros hemos decidido que las formas de gestión no estatal paguen el mismo precio. El problema es que no le damos el acceso al combustible siempre, porque no hay disponibilidad y hay que priorizar determinados servicios”, admitió. “En muchos lugares del país no tienen un acceso directo al combustible. Entonces lo adquieren de una manera irregular, a través de revendedores y en muchos por 10 veces el valor de lo que cuesta normalmente en los servicentros”. Esto, añade, es un efecto de la inflación que influye en el costo del transporte privado y, por lo tanto, en el bolsillo de los pasajeros.
“Lo que hay que poner es guaguas”, asegura el ministro que es el reclamo de la población. Si no lo hace es por falta de divisas, porque todos esos deseos son “muy costosos” y más –remachó– con la “persecución financiera” de EE UU, que le pisa los talones a sus compras.
Una guagua, ejemplificó, le costaría unos 100.000 dólares –el doble, si es articulada–; una locomotora, entre dos millones y medio de dólares y tres millones; un avión pequeño, unos 30 millones y un ferry, más de 10 millones de dólares. Conclusión: sin “cooperación internacional” no habrá guaguas ni trenes, porque todo es “muy costoso”. Los cubanos tampoco han aprovechado bien –alegó, críptico– las oportunidades, pues les “falta experiencia” y deseos de innovación.
En una semana sin el embargo de EE UU –teniendo en cuenta que según el régimen el bloqueo le cuesta a Cuba 13 millones de dólares diarios– “se podrían adquirir 206 ómnibus, seis trenes, un avión y un ferry”, contabilizó.
Como alternativa, el ministro aspira a un “desarrollo resiliente y bajo en carbono” del transporte cubano, para lo cual su cartera se asoció a la fundación Iris, una iniciativa climática estatal. Su meta: transporte con energía renovable, pero gastando el menor dinero posible, aclaró. Algunas de estas iniciativas, asegura, ya se llevan a cabo en varias provincias de la Isla.
El siguiente paso, esgrimió, es lograr que estas inversiones, en su mayoría de organismos extranjeros, puedan amortizarse solas, por lo que fundamentalmente se dedican a proyectos que luego generan divisas. Es el caso de un dique flotante, que ya se encuentra en funcionamiento, señaló Díaz-Canel. También se avanza en la mejora de astilleros e instalaciones aeroportuarias. Para el ministro, la clave está en conseguir préstamos de bajos intereses o de pagos a largo plazo, que no supongan grandes compromisos para su cartera.
[[Cuando se ponen las capacidades disponibles del día, es una oferta de 7.000 viajes contra una pretensión de 40.000]]
Otra alternativa, recordó Rodríguez Dávila, fue la implementación de la aplicación Viajando que, pese a ser prometedora, no logra asumir la demanda. “Cuando se ponen las capacidades disponibles del día, es una oferta de 7.000 viajes contra una pretensión de 40.000. Entonces eso es realmente una tensión muy fuerte para la aplicación”, refirió.
En su momento de mayor protagonismo, Díaz-Canel regañó a Rodríguez Dávila por la deficiente intervención en el túnel de la bahía de La Habana, que reabrió este domingo sin que las reparaciones proyectadas hubieran terminado. “Eso ustedes lo tenían que saber antes de haber empezado. Y eso que la población les estaba comunicando. Por eso yo insisto tanto en los sistemas de inspección y en la sistematicidad del trabajo”, dijo el mandatario.
Por su parte, el titular de Transporte admitió que la población había advertido sobre los problemas de iluminación del túnel, la suciedad de las paredes y el mal estado de la carretera. A partir de ahí, añade, “nosotros le incorporamos más de 30 nuevas tareas al cronograma del túnel que no estaban originalmente previstas y, además, reconocimos ante el pueblo que eso no nos quedó bien”, argumentó.
Tras una hora de reconocer el mal estado de la cartera y de culpar a EE UU de los males económicos de la Isla, Díaz-Canel cerró el programa con su usual nota ideológica, celebrando la gastada “resistencia creativa del pueblo cubano”, que probablemente no verá una mejoría inmediata a la situación del transporte.
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