El próximo mes de septiembre, llamémosle Orestes, peluquero y manicure homosexual que reside al sur de La Habana, quiere organizar una fiesta con sus amigos para celebrar su 60 cumpleaños.
En un país como Cuba, sumido en una terrible crisis económica, donde comprar un cake supera el salario promedio, Orestes planifica el convite con antelación. En una libreta escolar va anotando los gastos. “La intención es compartir con un grupo de amigos y amigas y pasarla bien”, dice, mientras prepara café en la minúscula habitación donde vive.
A Orestes no le gusta recordar el pasado porque la vida ha sido muy cruel con él. “De niño siempre fui amanerado. Imagínate eso en una familia marginal, donde mi padre y varios de mis tíos eran abakuás o paleros, los problemas que me causaron. Mi padre me abandonó a los trece años. Nuca más quiso hablar conmigo. Era un comunista de patria o muerte que se avergonzó de tener un hijo maricón. Dejó tirada a mi madre y a tres de mis hermanos. Después mi mamá se echó un marido y tuvo tres hijos más».
«Un día, ese hombre intentó violarme y le clavé un cuchillo. De milagro no lo maté. Fue en defensa propia. Pero el tipo tenía un cargo político en el municipio. Alegó que yo lo provocaba y que lo había agredido porque no deseaba que estuviera con mi madre. Me sancionaron a diez años en un reformatorio para menores edad y cuando cumplí 16 años me mandaron a la prisión de máxima seguridad Combinado del Este. De nada valieron los reclamos de mi madre y la apelación de un abogado. Es un infierno estar encerrado», rememora Orestes.
“Cuando entré al reformatorio era un niño bitongo que lloraba por las noches. Cuando salí, ocho años después, me había transformado en otra persona. Aprendí a defenderme y a que me respetaran. Pero esos años jodieron mi vida. Ya en libertad, a mediados de la década de 1980, todavía la sociedad cubana era abiertamente homófoba. Todas las semanas, en la unidad policial de la zona, debía firmar un acta donde me comprometía a mantener buena conducta. Tenía relaciones con una pareja y el jefe de sector me conminaba a que lo dejara. De lo contrario, me enviaban a prisión por peligrosidad social”.
“Ese jefe de sector me hizo la vida imposible. Una tarde, en mi propia casa, tuvimos una discusión y sacó la pistola para amenazarme. Lo golpeé y lo corté con una navaja. Me sancionaron a nueve años de prisión. Cumplí seis. En el penal me conocían por Margot. Tenía mi pareja, un matón súper conflictivo, y nadie se metía conmigo. Cuando salí le prometí a la vieja que no regresaría jamás a la cárcel. Me hice peluquero y estilista y cuidaba a personas mayores. Mi madre falleció de cáncer y comenzaron entonces las broncas entre hermanos”.
“La casa se convirtió en una infierno chiquito. Cuando estaba en la calle mis hermanos me robaban en el cuarto. Luego tuve una relación con un oficial de policía. Alguien del barrio lo supo y me denunció. A él lo botaron del MININT por conducta impropia. Y a mí me sancionaron a un año de prisión por ‘mancillar a las instituciones armadas’. Un delito inventado. Tenía más de 40 años cuando pude reunir y comprarme un cuarto. En los 90, las autoridades eran muy intolerantes con los homosexuales. Si estaba con unos amigos por la madrugada en la calle me multaban. Fue después del 2000 que se relajaron. Quisieron afiliarme al CENESEX, el grupo que dirige Mariela Castro. El gobierno quería pasar página, como si no hubiera pasado nada. Pero no puedo olvidar los abusos de poder y agravios que he sufrido por las instituciones del Estado”, afirma Orestes.
El reconocido compositor Jorge Luis Piloto, quien además de ser el autor de más de 800 canciones, de las cuales 50 han alcanzado fama internacional, ha obtenido prestigiosos premios, entre ellos un Grammy Latino, una mañana de sol radiante en Miami, mientras conducía su auto, me contaba que a pesar de ser heterosexual, para poder marcharse de Cuba por el puerto del Mariel en 1980, tuvo que declarar que era gay. “Recuerdo recuerdo el despotismo con que me trataron los guardias. Intentaron humillarme delante de mi novia. Un tipo vestido de verde olivo me decía, ‘mira que buena está la mujer del flaco pelúo ese’. Tuve que firmar un acta testificando que era homosexual”.
La dictadura castrista no ha pedido perdón por los agravios a la comunidad LGBTI de la Isla. Santiago, 79 años, aún sufre pesadillas por los abusos sufridos en la década de 1970 en los centros de trabajo forzado denominados Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), auténticos campos de concentración patentados por el régimen de Fidel Castro para ‘reeducar’ a ‘personas descarriadas’.
“Era un muchacho del Vedado que me gustaba escuchar a los Beatles y tener el pelo largo. No era homosexual. Una noche, de un camión se bajaron decenas de militares y gente de los CDR y con una tijera me cortaron el pelo a la fuerza. Por mi supuesta ‘desviación ideológica’, escuchar música american a y usar ropa apretada me mandaron para la UMAP en la provincia de Camagüey, a cortar caña entre doce y catorce horas al día”.
“Tenía 18 años. Me metieron en una brigada de homosexuales. Yo le decía al guardia que no era gay y se burlaban de mí. En ese campamento hubo varios suicidios y violaciones. Cuando las cosas cambien en Cuba, si estoy vivo, denunciaré a los tribunales los abusos y la intolerancia que hemos sufridos los que pensamos o tenemos gustos diferentes. El gobierno es tan prepotente que ni siquiera se ha disculpado”, dice Santiago.
Recientemente, el periodista independiente cubano José Raúl Gallego divulgó en sus redes sociales documentos filtrados de las UMAP donde se revelaban un plan del régimen para ‘borrar’ la homosexualidad. El reportero recibió los documentos redactados entre 1966 y 1968 de una fuente que solo puso dos condiciones para su publicación: “anonimato y acceso abierto».
Según se lee en los documentos, que permanecieron en secreto durante décadas, se proponía la creación de compañías a partir de “las ideologías políticas de los homosexuales”. En el grupo A estarían los homosexuales afines a la revolución. En el B, los “contrarrevolucionarios que no quieren irse del país”, y en C, los “contrarrevolucionarios que quieren irse del país”.
El texto proponía también la creación de un “Centro Modelo de Reeducación”, cuyo objetivo principal sería “borrar todo comportamiento amanerado o antisocial”; desarrollar su conciencia político-social para que siendo homosexual en nada contravenga a los planes de prevención de la homosexualidad, “darle orientación profesional con base al plan presentado al Comité Central sobre profesiones vetadas a los homosexuales”, y “detectar los casos de posible cura para remitirlos a los organismo competentes”.
El peluquero Orestes termina de leer el documento en su muro de Facebook y mueve la cabeza de un lado a otro con espanto: “Esto es fascismo puro”. Los que implementaron por decreto la homofobia en Cuba siguen gobernando el país.
Iván García
Foto: Jóvenes homosexuales negros en el Malecón de La Habana. Tomada de El Diario.es
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