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Caption - Muchos jóvenes recién egresados migran al sector privado en busca de mejores opciones laborales / IPS[/caption]
14ymedio, Julio César Contreras, Cienfuegos, 24 July 2024 -- Hace exactamente tres años que Amelia tiene colgado en la sala de su casa el diploma de egresada de la Facultad de Ciencias Médicas de Cienfuegos. Hace más o menos el mismo tiempo se dio cuenta de que ese era un oficio que no iba a ejercer. Después de graduarse, como muchos de sus compañeros, la joven de 26 años cumplió el servicio social y ahora trabaja como camarera en una paladar particular.
“Mientras estuve estudiando pensé que la carrera, con todos sus problemas de falta de profesores y desactualización de las asignaturas, tenía futuro. Pero en cuanto me lancé al mundo real me decepcioné”, explica a 14ymedio Amelia. Según cuenta, al finalizar su sexto año logró quedar entre los primeros lugares en el escalafón de asignación de plazas laborales, pero “la dichosa integralidad” –que valora el desempeño global de los estudiantes, incluyendo su participación en eventos políticos– hizo que a muchos de menor nota se les otorgaran mejores puestos.
“A duras penas pude quedarme en el hospital provincial, pero las guardias de 24 horas, sin siquiera tener las condiciones mínimas de alimentación, aseo y descanso, acabaron conmigo”, recuerda. Su salario tampoco era lo que esperaba. “Cobraba el básico de 4.200 pesos y algo más por nocturnidad. El mes que más cobré, el monto fue de 7.000 pesos, me duró solo 15 días y estaba exhausta por el fuete diario. Ahora, lo que hago no me apasiona, pero gano casi el doble”, admite.
[[Trabajando en el restaurante, de lunes a sábado entre 8:30 de la mañana y 4:30 de la tarde, Amelia gana 500 pesos diarios]]
Trabajando en el restaurante, de lunes a sábado entre 8:30 de la mañana y 4:30 de la tarde, Amelia gana 500 pesos diarios –unos 12.000 mensuales– más propinas. “Tampoco es mucho dinero, pero me permite ahorrar y vivir al mismo tiempo”, dice la joven, que admite que ahorra por la misma razón que nunca pidió una especialidad médica: “Quiero irme del país y si pedía Cirugía (lo que yo quería) u otra cosa, me iban a regular”.
La hermana de Amelia, Anet, también es trabajadora por cuenta propia. Hace seis años que se graduó de Ingeniería Química pero, como a su hermana, la necesidad la llevó a aceptar empleo como vendedora de artículos y juguetes de madera en una tienda particular. “Enseguida que me gradué me mandaron para una secundaria a impartir clases de Historia Contemporánea. Yo había estudiado sustancias y procesos químicos, pero todos los días iba a hablar de la Revolución de Octubre o la Segunda Guerra Mundial porque había déficit de profesores”, reflexiona.
El empleo no le desagradaba y estuvo en la escuela durante unos años, “pero con el covid se dispararon los precios, desaparecieron los productos básicos y yo ya tenía a mi niño chiquito. No podía quedarme ahí por un salario que no me daba para nada”, refiere.
[[Anet pasó por varios trabajos particulares y hace un año una amiga suya, dueña de un negocio, le propuso vender sus artículos en la feria]]
Anet pasó por varios trabajos particulares y hace un año una amiga suya, dueña de un negocio, le propuso vender sus artículos en la feria de artesanías de la ciudad cabecera. “Me pagan bien y es un trabajo tranquilo, que deja tiempo para hacer otras cosas”, añade.
Hace unos meses, al esposo de Anet le llegó el parole y ambos decidieron que su hijo se fuera con él mientras ella espera su turno. “Estoy tranquila, porque mi niño está con su papá, pero fue una decisión muy difícil de tomar”, asegura.
Anet lamenta que las necesidades que experimentan en Cuba lleven a las personas, especialmente a los jóvenes, a abandonar el país en busca de un mejor nivel de vida, y su caso, advierte, ni siquiera es el peor. “Tengo compañeros de estudios que lograron obtener becas en Alemania o Chile, y también dejaron a su familia atrás. Para ellos va a demorar años poder sacar a sus hijos y parejas, yo por lo menos ya tengo el trámite hecho y me queda esperar la respuesta”.
Ingenieros, médicos o intelectuales, la lista de profesionales de todo tipo en la Isla sigue acortándose. “Es una fuga de cerebros en toda regla. Casi todos los que estudiaron conmigo y con mi hermana”, dice Anet, “ya viven fuera. Algunos volverán a ejercer lo que estudiaron, pero la mayoría buscaremos formas de ganar dinero en lo que sea y vivir decentemente. Lo peor es que, como está este país, ni siquiera nos dará nostalgia”.
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