14ymedio, Elías Amor Bravo, Economist, 11 November 2023 -- El ministro de Finanzas y Precios del régimen comunista cubano sorprendió a todos en el programa Mesa redonda cuando dijo que “el gran desafío
es reducir progresivamente el déficit fiscal”.
Realmente nunca se sabe qué puede haber de verdad en
esta frase, cuando quien la menciona, dispone del control absoluto de los activos
de una economía, en la que la participación del sector privado es muy reducida,
y que aplica una presión fiscal asfixiante sobre todas las bases imponibles. Hablar
de reducir el déficit por alguien como Vladimir Regueiro, sucesor de la inefable
Meisi Bolaños, es lo mismo que no decir nada.
Y así estamos, porque los comunistas cubanos dicen
querer “hacer cada día un mejor uso del presupuesto del estado” como si no
fueran ellos los que no controlasen ese presupuesto y lo hiciera algún agente
externo al sistema, fuera de control. Para gestionar mejor los presupuestos,
hay que eliminar toda esa grasa y las rigideces creadas por seis décadas de
marxismo leninismo, y adaptar la estructura presupuestaria a la económica.
Para empezar, si realmente hay voluntad de mejorar la
gestión del presupuesto, el ministro debería elaborar desde el principio, unas
cuentas en equilibrio, sin déficit inicial. El equilibrio de los ingresos y
gastos públicos en Cuba es inexistente desde mucho antes de la pandemia, por lo
que culpar a esta del derroche fiscal, no tiene sentido. Aprobar un presupuesto
deficitario dice muy poco, o nada, de los gestores, y sobre todo apunta que el
estado derrocha, despilfarra gastos que no se pueden atender con una presión
fiscal muy superior a la que existe en otros países, porque en Cuba el estado
es el dueño de la economía. Resolver este desastre es la primera tarea del
ministro.
Y como se arranca de déficit en las cuentas, más del
20% según dijo el ministro, hay que recurrir al endeudamiento mediante la
emisión de bonos soberanos de la República de Cuba y captar recursos a través
del sistema bancario. Liquidez a medida de las necesidades del gobierno cuando están haciendo lo necesario para bancarizar la economía. El segundo gran error. La financiación del déficit ideada
por los comunistas cubanos genera problemas al sistema bancario, a los clientes
de los bancos, a la organización misma del sistema económico y la cantidad de dinero en circulación, y a la inflación.
Pero claro, sin esos fondos detraídos de los bancos, que no los pueden destinar
a otros fines, probablemente más productivos, sería imposible financiar los
derroches en los gastos, y aquí es donde surge nuevamente la polémica.
Cuesta entender que después de seis décadas de
control absoluto de la economía, los comunistas cubanos sean incapaces de hacer
frente a los gastos desproporcionados del presupuesto porque según dicen “van dirigidos al
mantenimiento y promoción de programas sociales como la salud, la
asistencia médica, los diferentes niveles educativos”. Falso. Hay muchos más gastos que se mantienen e incluso crecen y no son sociales. Los cubanos no son
ignorantes, y contemplan como esos programas sociales han experimentado un notable
deterioro en sus niveles de prestación, exigiendo en muchos casos, a las
familias gastos para compensar las deficiencias. El régimen no lo reconoce, y se dedica a
requerir más ingresos para cubrir los gastos. Nadie se plantea una estrategia
de conciliación que permita situar los gastos en una perspectiva sostenible y
compatible con la realidad.
De modo que el ministro habló de la planificación del
presupuesto, indicando que “debemos determinar dónde asignar esos gastos,
sabiendo que las actividades requieren mayores niveles de gasto para su
sostenibilidad y crecimiento”. Inquietante. ¿Es que después de 60 años no saben
en qué se tiene que gastar? ¿Qué nivel de despilfarro puede existir cuando un
ministro señala esta cuestión? El ministro dice, nada más y nada menos, que con
la planificación “ha que evitar la improvisación en el uso de esos recursos”.
Después de la planificación, el ministro dijo que hay
que fortalecer la contabilidad en los equipos financieros de todo el sistema
presupuestario y los mecanismos de rendición de cuentas ante los Consejos de
Dirección y los colectivos laborales, pasando por los indicadores de calidad y
uso eficiente de esos recursos. Y hay que aclarar al ministro que la situación actual
es de tal deterioro que este tipo de prácticas, sobran, y que hay que ponerse
las pilas si quiere retornar a un escenario de eficiencia y eficacia de las
cuentas públicas.
Un asunto que a partir de ahora se va a complicar con los
presupuestos de las provincias y los municipios, en ese proceso de
descentralización en que se han metido. De hecho, dijo como algo positivo que se
han asignado más recursos a los presupuestos locales con el objetivo de
garantizar la ejecución de servicios básicos, como los consultorios médicos de
la familia, los niveles de atención primaria en educación y la asistencia
social. Esto va a crear desigualdades en la prestación de los servicios en los
distintos municipios, algo que habrá que explicar.
En un momento de su intervención, el ministro
reconoció la necesidad de que el presupuesto se ajuste al comportamiento de la
economía, y no al revés. Pero ¿es que no habían hecho esto antes? Para eso necesita que su colega Gil acierte con el
plan, que ya se sabe que cada año se incumple de forma sistemática, de modo que
todo esto no hace más que empeorar, por donde quiera que se mire. Las
limitaciones de recursos existentes para llevar a cabo todos los servicios es
una cuestión sin resolver, y puede ir empeorando con el tiempo.
Y claro, enseguida llegaron las referencias a las "indisciplinas
y problemas en la gestión de los presupuestos, desvíos en pagos indebidos o
pagos superfluos, o se realizan pagos en momentos inoportunos". Con todo esto
bajo responsabilidad directa del ministro, cuesta entender a qué espera para
resolver los problemas.
En este punto, el ministro de finanzas y precios se
adentró en tratar de establecer la relación del presupuesto con la
inflación, de la que dijo que “es uno de los factores que más limita hoy en día
la ejecución del presupuesto”. No conviene olvidar que este ministro lo es de
finanzas (presupuesto) y de precios (inflación) de modo que está todo el tiempo
realizando una evaluación de su gestión, y desde luego, no sale bien parado.
Y claro, si con el descalabro presupuestario las
responsabilidades se eluden, con la inflación ocurre otro tanto, ya que depende
de cuestiones como que la economía cubana es abierta (aquí no vale lo del
embargo/bloqueo) y, además “desde hace varios años, con la crisis financiera
internacional, los precios de los productos importados por nuestro país también
se encarecen”.
Por tanto, el ministro dice que “es una inflación que
también importamos, por ejemplo, en los precios del arroz; y aunque no se vea
reflejado en el precio que el consumidor ve, hay que subsidiarlo desde el
presupuesto central”. También dijo que Aunque dijo que “la inflación no es
exclusiva del país” y aquí es donde señaló algo que empezó a inquietar a más de
uno. El ministro dijo que “se hace necesario buscar nuestra formulación para
resolverlo”.
Cuidado que el ministro comunista cubano anunció que va
a desarrollar una nueva teoría para luchar contra la inflación. De premio nobel
de economía. En dicho sentido, dijo que “la inflación se expresa sobre todo en
los productos alimenticios. Nuestra región de América Latina es una de las más
afectadas. En esto han influido los conflictos bélicos en regiones productoras
de alimentos y combustibles, lo que encarece los precios”. Pero el ministro lo
que no dijo es que con la excepción de Argentina, Cuba presenta la tasa de
inflación más elevada de la región, y muestra una notable rigidez a la baja, y
ello no coincide con una situación de aumento de demanda y prosperidad, sino todo
lo contrario.
De modo, que la inflación en Cuba se debe,
según el ministro, a la ausencia “de insumos lo cual limita las producciones
nacionales y los mercados que eran abastecidos por la parte estatal están
bastante limitados en su oferta y, por tanto, ha habido un cierto
desplazamiento para adquirir determinados bienes, tanto por las unidades
presupuestadas como por las empresas, a través del sector no estatal”. Y claro,
el ministro concluye que “estos actores toman como punto de
partida para la formación de precios otras bases y esto también ha encarecido
la adquisición de bienes y servicios por la actividad presupuestada”.
Es curioso pero en ningún momento, el ministro
establece la relación entre déficit presupuestario e inflación en Cuba, y no
quiere reconocer que este gasto desproporcionado del gobierno, para atender sus
fines, es lo que provoca una demanda artificial que empuja al alza los precios.
El descontrol presupuestario es el origen de la inflación en una economía de
planificación central como la cubana. Con un déficit que cada vez absorbe más y
más recursos, el ministro reconoce que “el financiamiento del déficit demanda
la emisión de dinero hacia la economía y son más recursos que se están poniendo
del lado de la demanda ante una oferta deprimida”.
Y concluye, “también hay capacidad de compra en un
sector determinado de la población que va generando desigualdades, y esto va
presionando sobre el crecimiento de los precios”. Qué hace que no se pone a
resolver este tipo de situaciones. El aumento de liquidez que genera
esta política de financiación del déficit va creando una mayor presión para el
aumento de los precios que luego se tiene que comprar por un sector
presupuestado que es extenso.
La solución a este escenario se encuentra, según dijo
el ministro, en el Programa de Estabilización Macroeconómica, del que no se
dijeron muchas cosas durante el programa.
Tan solo se dijo que a nivel macroeconómico, hay que
implementar un conjunto de medidas de manera progresiva y volvió a destacar el
papel del municipio en este empeño. Dicho de otro modo, que “lo más importante
es que las empresas y esos actores económicos de cada territorio sean capaces
de generar más riqueza”. Las desigualdades entre cubanos ya están abiertas,
incluso en el uso de la contribución territorial para el desarrollo local.
Conclusión, la economía cubana no va a mejorar ni por asomo con estas medidas. La huida adelante que practican los dirigentes no tiene sentido, y hay que devolver la economía a la racionalidad y la ortodoxia y poner fin a la aventura intervencionista y controladora de 64 años. Ya es hora.
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