
Pues bien, lo que siempre fue una altísima posibilidad ya es una cruda certeza: ¡acaba de entrar en vigor la Ley Mordaza para el Internet en Cuba! El recién publicado en Gaceta Oficial Decreto-Ley 35, tiene como confeso objetivo silenciar al pueblo cubano en las redes sociales y convertir en cuerpo de delito toda crítica al castrismo en Internet, consciente como está el régimen cubano de que fue ahí donde saltó la chispa que el 11 de julio incendió las calles de Cuba.
La libertad de pensamiento y opinión es un lujo vetado a mi pueblo bajo un stalinismo tropical de vieja escuela. Sobre ese principio absoluto ha construido esta ominosa dictadura un abrumador monopolio informativo que acapara absolutamente todos los espacios de alcance nacional a través de los cuales difunde sistemáticamente mentiras a diestra y siniestra, difama contra los opositores y hace cuantos linchamientos mediáticos se le antojan sin otorgar jamás el derecho de réplica, pero hoy, no bastándole con ello, quiere además irrumpir en casa sin haber sido invitado.
Resulta que estos señores, tan habituados como están a su infame monólogo, nos vienen ahora con esta vulgaridad –por demás improcedente a la luz de la Constitución vigente, promulgada por ellos mismos en un rapto de demagogia– y con su ya habitual cinismo fijan entre los objetivos de su bodrio “…proteger los intereses de los ciudadanos… asegurar el acceso a los servicios de telecomunicaciones… y los derechos a la igualdad, privacidad y secreto en las comunicaciones…” como si millones de cubanos, víctimas masivas del apagón digital perpetrado el 11 de julio, no estuviéramos largamente habituados a la sistemática censura de los servidores de ETECSA, ni hubiéramos sido además testigos de las innumerables presiones durante las semanas que han seguido al 11J –amenazas de despidos de centros laborales o de estudios por replicar información sobre las protestas o mostrar apoyo de cualquier modo a las víctimas de la represión– a lo largo de todo el país.
Pero aun cuando no esté dispuesto a acatarlo, para comenzar propongo que este decretazo sea estrenado con el mismísimo Presidente de la República Miguel Díaz-Canel Bermúdez –y esta vez omito su segundo apellido de pila por evitar confusiones– pues todos podemos recordar como este señor hizo un irresponsable llamado a la violencia a través de su perfiles sociales el pasado 11 de julio; un llamado que nunca olvidará el pueblo cubano, incitando a sus hordas comunistas a reprimir a mi pueblo –algo que no lo hizo desde el banco de un parque, sino ¡en cadena nacional de televisión y redes sociales, desde su condición de Presidente de la nación!
Todos nítidamente escuchamos a este canalla gritar “¡…la orden de combate está dada…!” después de lo cual, junto a las habituales hordas represivas del MININT se desató la jauría de élite del ejército –cuya única misión, presuntamente, sería defender al pueblo de agresiones externas y jamás volverse contra él– para aplastar el grito del único modo que conoce: a golpe de palizas, encarcelamientos y procesos sumarios sin ningún derecho a la defensa.
Nadie discutiría la responsabilidad directa que en esa masacre tuvo Díaz-Canel, así como los payasos mediáticos que desde esas mismas redes sociales que hoy quieren parametrar durante años han incitado al odio, difamado a manos llenas y amenazado de mil maneras a la oposición indefensa –léase los Humberticos y los Serranos, los Randy y los Froilanes, seguidos de un vergonzoso etc.
Por eso propongo estrenar el Decreto-Ley 35 también con ellos, porque todos ellos con mayor o menor grado de responsabilidad han incurrido miles de veces, con millones de cubanos como testigos, en hechos claramente catalogados en las tres subcategorías de este Real decretazo como delitos de alto nivel de peligrosidad: hacerse eco mediático de noticias falsas –cada vez que mintieron deliberadamente a nuestro pueblo–; bloqueando millones de cuentas en redes sociales –cuando este pelele de turno perpetró el cobarde apagón digital del 11 de julio–; y difundiendo con toda su mala fe información dañina –mentiras que buscan deslegitimar a los opositores presentándoles como mercenarios al servicio de una potencia extranjera.
Por supuesto que después del 11 de julio no podía faltar en este decretazo la perla que tipifica el llamado a la insubordinación –apartado (categoría 3, subcategoría 3)– como una “…alteración del orden público…” y una “…promoción de la indisciplina social…” catalogadas con un nivel muy alto de peligrosidad, y para las que por supuesto tendrá reservadas el régimen sus más refinadas resoluciones de condena.
Pero como la defensa propia es el más elemental de los derechos ya se abrirán millones de perfiles falsos desde donde mi pueblo pasará a esa especie de clandestinidad digital por la que muchos optarán. Por eso desde el minuto exacto en que sea publicado este post deseo dejar pública constancia de que Jeovany Jimenez Vega –el Chino, para los amigos– jamás se ocultará detrás de un falso perfil: nunca lo hice y menos lo haré después de un 11 de julio que me reventó el pecho de orgullo. Quien no quiera enterarse de lo que pienso está en todo su derecho de no visitar mi muro y pasar de mis twits, pero el amor a mi patria lo mostraré y defenderé, ¡siempre!, según principios escritos en piedra que no aprendí en ningún manual de partido, sino impregnándome del sagrado pensamiento de José Julián Martí –algo que jamás admitirá cuestionamientos.
¡Mi libertad de pensamiento y opinión es un derecho inalienable que nunca confiaré en manos de déspota alguno! Si desde hoy no serán mis palabras más incisivas o agresivas contra quienes subyugan a mi pueblo será sólo por falta de talento, o porque no halle las palabras exactas que retraten en toda su crudeza el profundísimo desprecio que entre mi pueblo suscitan. Quedan advertidos los cobardes que todavía oprimen a mi amada Cuba: ¡de mí no esperen indulgencia, tampoco la espero de ustedes! Si no quieren ser llamados dictadores y asesinos tendrán que dejar de proyectarse como tal; esta es una guerra a muerte entre mi pueblo que clama libertad y los tiranos que lo vandalizan, y en ella estoy dispuesto a dejarme el alma, la piel y la vida fuera o dentro de Cuba. Lo digo para dejar las cosas claras.
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