¿Quién lo hubiera pensado? Al cabo de tantos quinquenios de moho y olvido, Luis
Pavón Tamayo resulta —al fin— beneficioso para la cultura cubana.
Su exhumación, con desafinada fanfarria y medallas de hojalata, ha logrado que
por primera vez la intelectualidad de la Isla se atreva discrepar. El solista de
siempre se quedó esperando que el usual corito, con insegura voz de contratenor,
expresara su adhesión sin fisuras a la consabida partitura de consignas
negadoras de la esencia misma del intelectual: la libertad de pensar y formatear
su discurso.
Aunque en muchos casos la protesta sea tímida, precavida y hasta salpicada de
retórica "revolucionaria", el hecho es novedoso y prometedor. Su contexto
político evidencia que se trasciende la motivación factual: los homenajes de la
televisión de Estado a tres figuras de los años más rígidos y retrógrados de la
normativa cultural estalino-maoísta.
Lo que la cadena de e-mails y el llamado a protestar ante el Ministro de
Cultura, la UNEAC y la dirección del ICRT refleja es el ingreso de los creadores
de la Isla en la sociedad civil (en las últimas décadas en Cuba sólo hubo
sociedad militar o sociedad-partido); una sociedad civil que opina y quiere
actuar por cuenta propia.
A los intelectuales radicados en la Isla y a los que disfrutan de los
damoclianos permisos temporales de estadía en el exterior, se han sumado
creadores y pensadores radicados permanentemente en el exterior. Desde los que
denostan el Fidelismo, el Castrismo, el Ruzismo o como prefieran llamarlo, hasta
los que han guardado reserva… por "no buscarse problemas" (más problemas), por
no verse reflejados en las diversas tendencias de la oposición o porque, hartos
de la politización forzosa que padecieron en el patio, desean disfrutar esa
forma de libertad que consiste en desentenderse o no opinar.
De lo que está ocurriendo, nada me parece tan interesante y saludable como la
yuxtaposición de posiciones y opiniones.
Quienes aprovechan el debate abierto por la exhumación de Pavón, Serguera y
Quesada, para destacar que la opresión de la cultura incluyó e incluye la
marginación de los jóvenes creadores, el desprecio a los intelectuales de
provincias y la negación de los escritores, artistas y pensadores emigrados,
están en su pleno derecho y miran lejos.
Ya nadie cree que los grises nubarrones que cerraron completamente el cielo de
la cultura cubana durante un plan quinquenal (o dos) desaparecieron. Sólo se
desplazaron en función de la coyuntura, sabiendo compactarse y descargar sus
divinos rayos cada vez que alguien —individuo o grupo— se apartó del rebaño,
desoyó el flautín del pastor, quiso comer la hierba prohibida u oler una
florecilla.
No coincido con los colegas que —desde dentro o desde fuera, desde un extremo o
desde otro, y como procurando un centro, un consenso— llaman a la unidad.
La práctica de las últimas décadas ha demostrado sobradamente que la de dividir
no es la única táctica del César. También es diabólicamente eficaz la fórmula:
"Une y vencerás".
Reducir todas las opiniones a una sola, borrar la inevitable y saludable
diversidad en aras de una supuesta causa común es el primer truco que debe
aprender cuanto prestidigitador desee hacer carrera.
Los que denuncian el ostracismo y las humillaciones que sufrieron a manos de
Pavón, los que denuncian los bozales de terciopelo que les impusieron los
sucesores de Pavón, los que denuncian el silencio a que los aconsejaron otros
más lejanos y sutiles herederos de Pavón y los que denuncian el apartheid
neopavonista inventado para quienes vivimos en el exterior; hayamos roto
públicamente o no con el Sistema, el Régimen y/o sus personeros… Todos, tenemos
razón (nuestras razones) de sumarnos al séquito inconforme que trata de impedir
se levante lo que no es un panteón a figuras del pasado, sino un nuevo paredón
para seguir fusilando ideas.
Todos los caminos conducen a Roma o, como escribiera Cabrera Infante, "Todos los
caminos conducen al Amor". Sea cual sea el credo político y proyecto para Cuba
de cada cual: populista-liberal, demócrata-cristiano, social-demócrata,
socialista… todos tenemos el derecho y hasta el deber de participar en esta
escaramuza por la liberación plena de la cultura cubana. Sólo han de excluirse,
y es obvio, los fascistas (de derecha o de izquierda) puesto que esos son
precisamente los que amordazan a la cultura, con argumentos y estrategias
diestros o zurdos.
Bienvenido sea, en suma, el intento de resurrección del pavonismo. No somos
nosotros quienes diremos: Dios, perdónalos, no saben lo que hacen. Al contrario,
les agradecemos la torpeza, el desvarío, la imprudencia de abrir la caja de
Pandora; librando así los vientos, ojalá huracanados, que requiere el varado
barco de la cultura insular para ponerse en movimiento.
París, 24 de enero de 2007
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